01 de diciembre de 2012
Siempre lo supe, pero hasta que conocí la libertad me di cuenta cuán presa estaba.

Ayer, mientras caminaba incrédula por el centro de Amapala, pude recordarlo, volver a sentirlo: Libertad! el malecón! caminar! recostarme en una banca y escuchar el rumor del mar, ver las estrellas mientras la gente pasa… Aún queda esperanza! Aún existe gente libre en Honduras y yo tuve mis 24 horas de libertad en esta prisión nacional.
Conversando con los lugareños entendí, prefieren el atraso al relleno, que aunque les uniría a tierra firme, acabaría con su tranquilidad y con su libertad. En perspectiva, creo que tienen toda la razón: sus niños todavía juegan en las calles, las parejas tomadas de las manos pasean por el muelle, los mayores sacan sus mecedoras y conversan de una casa a otra y una parejita se da besos furtivos en un oscuro pasaje. Me recordaron tanto a Cuba, esa isla donde descubrí la libertad.
En La Habana aprendí a caminar nuevamente, a abrir la puerta de la casa y las ventanas, sentarme a leer en un parque, a conversar con extraños mientras pasa la guagua (bus), a dejar que me carguen el bolso o la compra del mercado, a pedir “botella”(aventón), hacer el recorrido del bus solo por conocer, a preguntar una dirección y dejarme orientar… Aprendí a no tener miedo y vivir en libertad.
Caminé cientos de kilómetros y recorrí todas las callejuelas de La Habana Vieja, en la oficina algunos decían que llegue a conocerla mejor que ellos. Recorrí al menos la mitad de la ciudad y la mitad de las veces fue de noche, disfrute sus parques, paseos y plazas. Amé con intensidad la Rampa y el Malecón, los últimos días los recorría entristecida lavando con sus olas la sal de mi despedida.
No conoxco bien los parques de Tegucigalpa -cuando regresamos ya eran inseguros- y los recuerdos de mi infancia con parques, caminatas y juegos son en otro país con otro sistema. Descubrí Tegucigalpa durante las marchas de la Resistencia, redescubrí el Centro hace menos de cinco años, cuando por trabajo no me quedo de otra ( y eso que soy “historiadora”!). Pero aún no lo podía dimensionar, pues era la única realidad conocida y era “normal”.
Había caminado antes, si, había recorrido decenas de kilómetros en el frío primer mundo y aun así no conocía la libertad, pues nunca hubo contacto humano. Un par de días en La Habana me hicieron entender, volver y quedarme, añorar… Tengo tantos amigos cubanos que sería imposible dedicar este artículo.
En Honduras hace años amurallamos nuestras casas, contratamos extraños con armas en cada colonia, luego en cada cuadra, ahora enrejamos nuestras calles… Y nos atrevemos a llamarnos libres?
En los seis meses habaneros dejé más vecinos y conocidos de barrio que los que tengo en años viviendo en Honduras, donde quienes pueden viven en cárceles de oro, finas residencias de “circuito cerrado” en las que pretenden estar menos presos, otros enrejan sus colonias o cuadras, los demás viven “secuestrados” dentro de sus casas, a sabiendas que el toque de queda aplica para todos y no se debe salir. Ya casi nadie habla con sus vecinos.
Cual guerra abierta, los guardias pasean por las calles con potentes armamentos y el régimen, maximizando esta situación, ha logrado permiso para soltar a sus perros rabiosos, esas bestias que ante la ola de paranoia y terror colectivo parecemos olvidar son-en gran parte- los causantes de esta situación.
Lo confieso: Estoy enfurecida! Más de lo que estuve cuando tuve dos pistolas apuntando a mi cabeza por un teléfono móvil, mucho más que la noche del golpe, cuando cortaron la luz en presidencial y comenzaron a disparar. Estoy más enfurecida que nunca! Ahora que conocí la libertad, me enfurece ser prisionera. Prisionera del sistema, de este narco Estado y su régimen de terror.
Estoy enfurecida, no por añorarte Cuba de mi vida, sino por el dolor que de regresar a mi Honduras que se desangra.
Al celebrarse 53 años del triunfo de la revolución cubana solo puedo expresar mi profunda admiración y gratitud al pueblo Cubano y su revolución, que cual faro nos guía por el sendero de la libertad.
La libertad no tiene precio!
VIVA CUBA Y VIVA SU REVOLUCIÓN
Natalie Roque Sandoval