Alimentando la angustia: la dosis ineludible de horror

Portada niño estrangulado
Noviembre 14 de 2016
“No soporto las portadas de los periódicos, no quiero verlas”. Esa fue una de las frases inaugurales de mi gestión como Directora de la Hemeroteca Nacional de Honduras. Fue casi nueve años atrás, cuando aún no habíamos alcanzado el sitial de país más violento del mundo. En aquel entonces no soportaba iniciar la mañana con las grotescas escenas del horror que, expuestas ordenadamente cual baraja en mi escritorio, me esperaban para comenzar la jornada. Las prohibí, al menos en mi oficina. Creo que es una aversión compartida por muchxs en nuestras Honduras, y fue gracias ella que me surgió la idea de crear “La Hemeroteca Informa”: un dossier cuidadosamente seleccionado de noticias, donde la nota roja fue totalmente censurada.

Ahora, casi 10 años después, cuando la violencia es incontenible y vivimos en estado permanente de desesperación, es imposible escapar de las portadas, al menos en las grandes ciudades. Nos acechan en las esquinas, en las estaciones del transporte público, a la salida de las escuelas, en los semáforos… Están en todas partes, están para recordarnos que vivimos en las Honduras del horror. Es pornografía pura. Enferma.
Hoy, como de costumbre, el balance de inicio de la semana es macabro y lo intenté digerir junto al desayuno: Llegaron a la veintena las muertes violentas, tres masacres, tres niños… Hoy abunda material para los pornógrafos del horror y se dieron gusto: de todos los hechos sangrientos el “mejor” corresponde al asesinato del pequeño Gabriel Antonio Pérez, de diez años. Hoy, el de otra forma anónimo vendedorcillo ambulante, se ha convertido en “estrella” de las portadas de nuestros periódicos. Los desgarradores relatos de su humilde familia nutren la crónica roja y las portadas empapelan la ciudad.
Me encontré una de las portadas en la esquina de la escuela primaria John F. Kennedy (fotografía adjunta), esperando a lxs escolares y sus familias para brindarles su dosis diaria de horror, para alimentarles la angustia permanente. Un niño de diez años, un niño como lxs suyxs.

Esquina de la Escuela de educación primaria John F. Kennedy de Tegucigalpa.
Está pasando y nadie puede escapar: mañana puede ser usted… Ese es el mensaje que hay detrás de las portadas. Hace pocos días lo dijo claramente Regato en su programa de Televicerdo: “le puede pasar a cualquiera”, lo dijo refiriéndose a la masacre ocurrida en un estacionamiento de la Colonia Kennedy.
No estamos simplemente aterrorizadxs, estamos en un estado permanente de angustia, alimentada constantemente, con ineludibles dosis diarias. Y es que la angustia es peor que el miedo: “el miedo tiene un objeto determinado al que se puede hacer frente. La angustia no lo tiene, y se la vive como una espera dolorosa ante un peligro tanto más temible cuanto que no está claramente- identificado: es un sentimiento global de inseguridad. Por eso es más difícil de soportar que el miedo” (Jean Delameau, El miedo en Occidente, 1978:20)
Es innegable que está pasando, que pasa todos los días. Nadie espera que los medios oculten la realidad. Sin embargo, existen formas de tratar las noticias: ángulos, momentos del día y espacios. Pero en Honduras el bombardeo es permanente, desde las primeras horas del día hasta el final de la noche. Hay medios dedicados exclusivamente a cubrir los hechos sangrientos, peleando por la toma más dantesca. Recuerdo el infame caso de un pseudo periodista que acomodaba cadáveres y escenas para lograr mejores tomas. Increíblemente, estas son las coberturas y canales que se sintonizan por doquier, acompañan en las salas de espera de los centros de atención pública, hospitales, comedores y hasta en las áreas infantiles.
No es descabellado pensar que todo forme parte de una macabra estrategia de terror, una estrategia bien montada y orientada a mantenernos en un estado permanente de angustia. Un estado de desesperación que nos haga aceptar y justificar cualquier cosa con tal de volvernos a sentir segurxs. En un escenario como el que vivimos hoy en Honduras, el miedo y a la angustia que se apoderan de la sociedad y conducen a que “el ciudadano promedio demande el restablecimiento de condiciones de seguridad, aunque ello conlleve aceptar la violencia del Estado” (María José Rodríguez Rojas, México: la cultura del miedo en un escenario de guerra, 2014: 122).
Es así como Maduro y Hernández han llegado a ocupar la Presidencia, este último se impuso con la frase “Haré lo que tenga que hacer” como slogan de campaña, la ha convertido en “política de seguridad” y es también ahora, en parte, justificación para su ilegal intentona reeleccionista. Se inflan los presupuestos de seguridad, proliferan las compañías de seguridad privada, mientras los barrios y colonias se encarcelan para estar seguros.
Es perverso y es muy efectivo.
Nos dan una dosis diaria de horror, alimentan nuestra angustia y nos hacen implorar por SEGURIDAD, al precio que sea…

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