A propósito del bicentenario de la búsqueda de un Estado laico en Honduras
Natalie Roque Sandoval
El otro día leí como se decía, con tono alarmista, que Xiomara Castro ha andado reunida con feministas, casi al mismo tiempo que se escuchaba a la sotana golpista hablar de no votar por los que promueven la muerte. Estos oscuros sectores, que tanto daño le han hecho al país, han levantado una campaña sucia para afectar la victoria electoral de Xiomara Castro. Esto se ha sumado a una campaña mediática intensa, centrada en una página del Plan de Gobierno del Partido LIBRE: la página que escucha y recoge la demanda de la mayoría de las organizaciones de mujeres de Honduras (inclusive mujeres cristianas) para poner en la agenda legislativa el endurecimiento de penas por violencias, la educación sexual y en agenda de salud pública la anticoncepción de emergencia y despenalización de la interrupción de embarazo por 3 causales, siguiendo las recomendaciones al Estado de Honduras hechas por organismos internacionales para proteger el derecho a la salud de las mujeres.
La lucha por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres es de larga data, involucra a tres generaciones de hondureñas. No es una bandera de lucha de un partido, sino la necesaria inclusión de una temática en respuesta a una demanda histórica de las mujeres, quienes se han posicionado desde sus organizaciones exigiendo la inclusión de los derechos sexuales y reproductivos, condición innegociable.
Pero desde el púlpito y las hogueras mediáticas no dirán esto, se rasgan las vestiduras y apelan a la (doble) moral. Me vienen los ecos de aquella novela de Amaya Amador que leí en la niñez: “Los brujos de Ilamatepeque”. Rememoro vivencias personales, supongo que al igual a miles de mujeres millennials y más jóvenes, alguna de segunda generación, hijas de feministas, quienes nos asumimos como feministas en estas Honduras. Nosotras, la generación de mujeres en lucha por la salud sexual y reproductiva bien podríamos ser vistas, a la luz de estos argumentos decimonónicos, como “las nuevas brujas de Ilamatepeque”Morazán libró batallas no solo por la unión Centroamericana, también libró importantes batallas contra un sector de la iglesia al promover la separación Iglesia-Estado, la libertad de culto y la abolición del diezmo. A nuestro gran prócer Morazán, ese estadista ahora secuestrado por el régimen y reducido a una figura militar, casi nunca se le asocia con la “herejía” de que fue acusado en su época, quizá porque los tiempos han cambiado un poco, o quizá porque no han cambiado mucho y no conviene recordar que Morazán fue acusado de BRUJO por oponerse a la iglesia.
Esta obra ha estado muy presente en mi vida, casi por contraste, ya que soy hija de una “bruja” moderna, una feminista o –peor aún– soy parte de un aquelarre: las mujeres de mi familia todas son feministas. Cuando regresamos a Honduras, a mediados de la década de los noventa, comenzaron a trabajar con las mujeres y temas de salud sexual y reproductiva, formularon un proyecto y al poco tiempo mi madre, en torno a 1997, dirigió una clínica de Salud Sexual y Reproductiva para mujeres en la aldea de El Rincón, montaña de Azacualpa.
Del regreso a esta tierra recuerdo eventos significativos, vinculados al estigma de ser diferentes –al igual que los hermanos Cano– a nuestra familia le persiguió al volver el mote de “comunistas ateos” y peor aún “feministas”[1]. Después del Golpe de Estado de 2009, lo de comunistas ya no es tan estigmático en Honduras, al menos no en la Resistencia, donde la trayectoria familiar es motivo de orgullo. Lo de feministas aún nos persigue, queriendo ser estigma, incluso en los “ámbitos revolucionarios”. Sin amainarnos, portamos la etiqueta con orgullo. Quizá porque siempre hemos sabido que FEMINISTA significa defensora del derecho de las mujeres a VIVIR VIDAS SIN VIOLENCIAS y a ser consideradas CIUDADANAS en igualdad de condiciones para el ejercicio pleno de su autonomía.
En el caso propio, mi madre siempre fue una mezcla de orgullo y vergüenza para su familia, brillante estudiante que ganó becas y fue la primera médica de su aldea, por mérito propio y sin apoyo del abundante patrimonio de abuelo Tino. Cuando regresamos, era divorciada por segunda vez y seguía escandalizando: llegaron los rumores que repartía condones en las ferias del pueblo donde hacía su servicio social. En 1995 había una campaña internacional por hacer consciencia de la importancia del uso del preservativo para prevenir la infección por el VIH. De eso no se hablaba y era todavía peor que lo hiciese una mujer, aunque fuese médica[2].
Podría seguir rememorando episodios, pero creo que ya tenemos más o menos dibujado un panorama… Recuerdo al venir a vivir a Tegucigalpa los plantones del aquelarre, en los bajos del Congreso, exigiendo la aprobación de la Ley contra la violencia doméstica y otras legislaciones que han sido impulsadas por las “brujas feministas”. Alguna vez excomulgaron a mi madre y a mis tías, seguramente tuvo que ver con la clínica de la montaña. En ese lugar las mujeres podían, a veces a escondidas, inyectarse anticonceptivos o ponerse un Dispositivo Intra Uterino (DIU) para no quedar embarazadas, pero en ese entonces había curas que decían que el DIU y los anticonceptivos eran abortivos. En 1996 mi madre fue invitada amablemente a encontrar un nuevo colegio para mí, luego que rebatiera al Padre Toni del San José del Carmen en una clase de religión, cuando afirmó que el DIU era abortivo y pecado.
Me trasladaron a un colegio laico en 1997, un instituto para señoritas[3]. Dos de mis mejores amigas fueron madres antes de culminar la secundaria. El sol no se tapa con un dedo. Mis compañeritas tenían sexo, y yo –la que tenía los condones e información—no, al menos no en la secundaria, pese a la presión grupal.
La clínica de salud reproductiva siguió por varios años, más de una década en diferentes lugares. Estaba más que justificada la necesidad[4]. Nuestro país es uno de los que tiene las tasas más altas de embarazos no deseados, aún dentro del matrimonio. Existen altas tasas de violencia sexual e incluso incesto serial: recuerdo el caso de un hombre de la montaña, que tenía vida marital e hijos con tres de sus hijas. Vivían todos en la misma casa. Para quien se interese en esta historia, dejo por aquí el vínculo.
Al velorio de mi madre, en abril de 2009, peregrinaron mujeres de todo el país. Me dijeron que salvó la vida de cientas de ellas y todas la recuerdan como una misionera con gabacha, aunque siempre apoyó la despenalización.
Volvamos a lo macro. En 2009 uno de los primeros decretos de la hemorragia legislativa golpista fue la prohibición de la píldora anticonceptiva de emergencia y la suspensión de la educación sexual del currículo. Como si con eso van a lograr contener las hormonas adolescentes cada vez más precoces y peor aún, erradicar por decreto las violaciones que terminan en embarazos por falta del protocolo de emergencia para prevenirlos. Es con EDUCACIÓN como se previene, con ANTICONCEPCIÓN y con ATENCIÓN EN SALUD como se protege la vida.
La lucha por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres ha estado en las calles desde antes del Golpe y continuará en el gobierno de LIBRE, las mujeres organizadas no darán tregua, es una lucha por la vida de las mujeres y no la bandera de un partido.
Para amantes de “el dato”, dejo algunas cifras: en Honduras cada tres horas es violada una mujer o niña, entre enero y mayo de 2021 fueron registradas oficialmente 1238 agresiones sexuales a mujeres y niñas, que fueron despojadas por esas disposiciones golpistas de una opción legal a decidir si quieren tratamiento para prevenir un embarazo. En promedio entre 2019 y 2020 se registraron por día 2.2 partos de niñas de entre 10 a 14 años[5]. Por otro lado, los partos de adolescentes menores de 19 años y mayores de 15 ascendieron a más de 20,000 anuales. Fundamento matemáticamente recordando un reciente debate donde la exrectora Castellanos, quien de forma subrepticia nos dio la razón, sin decirlo, arguyendo que quizá es que no supimos exponer con “suficientes datos” la urgente necesidad en materia de salud pública de abordar la problemática.
En conclusión, el debate es de larga data y polémico, especialmente en una sociedad como la nuestra, tan penetrada por el fundamentalismo desde la década de 1970, en un intento por contrarrestar la teología de la liberación. El tema seguirá siendo explotado, al igual que hace casi 200 años se dijo hasta el cansancio que Morazán era brujo y había envenenado las aguas, causando la peste del cólera. Eventualmente, ya después de fusilado, el matrimonio civil fue Ley, igual que el divorcio, las mujeres un siglo después pudieron votar, ser electas diputadas y nombradas ministras.
El año del Bicentenario de la firma del acta de independencia es un año histórico y será recordado como el año en que Honduras eligió y llevó a la presidencia a la primera mujer Jefa de Estado. Pese a todas las campañas de odio que usan la fe para esparcir veneno contra una mujer que se ha comprometido a defender los derechos de todas y todos. Xiomara Castro será presidenta. No pasarán.
[1] Esos motes que nunca nos avergonzaron, pudieron hasta costar las vidas en la década de 1980. Requirió mucha valentía registrarme como hondureña en 1988, afirmando que había nacido en Moscú, capital de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
[2] Luego la cuestión empeoró: se supo que mi madre hablaba conmigo de esas cosas. En 1995 el escándalo fue mayúsculo: participé en el “Primer encuentro de jóvenes por la vida en la lucha contra el SIDA” como representante del Instituto Francisco J. Mejía de Olanchito, tendría 12 años. Era la candidata ideal, probablemente de las pocas –sino que la única– niña del colegio que tenía alguna idea sobre educación sexual y prevención de infecciones sexualmente transmitidas.
[3] El Instituto José Cecilio del Valle “El Chilo”. Allí continuó el escándalo, algunes madres y padres pusieron el grito al cielo cuando se enteraron que mi madre daba charlas en el colegio, invitada por las maestras simpatizantes –preocupadas– ante la prolífica vida sexual de las niñas en un colegio para señoritas.
[4] En ese entonces, como en la actualidad.
[5] Datos del Centro de Derechos de Mujeres, campaña por la despenalización de la PAE, setiembre de 2021.



